La habilidad para diferenciar a las buenas de las malas personas podría ser innata
Los niños prefieren a los que se comportan de forma positiva con los demás
Quizás sea el motivo por el que los bebés prefieren estar con algunas personas y rehúyen a otras. Según un estudio publicado en 'Nature', antes de cumplir el año, los niños son capaces de diferenciar la bondad o la maldad de los demás y, a la hora de elegir, lo tienen muy claro: escogen al buen samaritano.
Las personas que forman parte de nuestra vida han llegado a ella de múltiples formas: en unos casos nos han sido impuestas, como los familiares o los compañeros de trabajo, pero en otros muchos, somos nosotros los que decidimos quienes son nuestros amigos y quienes conforman ese núcleo de individuos que no queremos tener cerca. La capacidad para tomar estas decisiones parece ser innata al ser humano. Esto es lo que se deduce de este trabajo ya que esta habilidad favorece nuestro desarrollo.
"Nuestros resultados sugieren que los niños, al igual que los adultos, son capaces de saber la diferencia entre aquellos que se comportan de forma positiva con los demás frente a los que lo hacen negativamente, y que tienden a acercarse a los primeros y evitar a los segundos", afirma a elmundo.es Kiley Hamlin, doctora en Psicología de la Universidad de Yale (Estados Unidos) y una de las autoras del estudio. "La capacidad para discriminar a aquellos que son peligrosos para ti de aquellos que te pueden ayudar es esencial en el mundo social. Nuestro trabajo observa esta capacidad en niños demasiado jóvenes para haberles enseñado explícitamente, lo que ofrece más evidencia de que esa capacidad puede construirse".
A estas conclusiones ha llegado esta especialista después de haber hecho varios experimentos a un grupo de niños de seis y 10 meses de edad en el que se valoraban diferentes interacciones sociales. Para ello, se les mostró tres piezas de madera de diferentes colores a las que se les había pegado unos ojos.
Un escalador y un saboteador
Los niños prefieren al colaborador (triángulo) frente al boicoteador (cuadrado). En una animación, los niños veían como uno de estos muñecos, denominado el escalador, quería subir por una colina. Después de varios intentos sin éxito, otro personaje, un triángulo amarillo, le ayudaba para subir a la cima de la montaña. También se puso en escena otro personaje, un cuadrado azul, que le empujaba en sentido contrario y le entorpecía el ascenso.
En una siguiente fase, los investigadores midieron las actitudes de los niños hacia el triángulo (colaborador) y hacia el cuadrado (el boicoteador). Y comprobaron que 14 de los 16 niños de 10 meses y todos los 12 bebés de seis meses, preferían al colaborador.
Además, tras un segundo experimento en el que los psicólogos mostraron una animación en la que una cuarta figura tenía una actitud neutra con el escalador, los niños volvían a elegir al colaborador entre todas las piezas, y al muñeco neutro frente al boicoteador. Además, para descartar que los pequeños hubieran optado por una u otra figura en función del tipo de movimiento, ojos o color, los investigadores realizaron otro tipo de estrategias para descartar estos equívocos y confirmar los resultados obtenidos.
Desarrollo social
"Esa preferencia hacia personas amables podría tener un impacto positivo y duradero en un niño, asumiendo que cuando los pequeños se acercan a alguien son más propensos a aprender algo de él que de otra persona a la que no se aproximan", explica Kiley Hamlin. Para la especialista este tipo de actitudes no están influenciadas por los educadores. "Parece que los pequeños tienen esta aptitud mucho antes de que vayan a la escuela, esto demuestra lo impresionantes que son las habilidades sociales de los niños".
Finalmente, estos psicólogos explican que el estudio indica que los humanos se inician en la evaluación social mucho antes de lo que se pensaba y apoya la visión de que la capacidad para valorar a las personas en función de sus relaciones y comportamientos sociales es universal y no se basa en el aprendizaje.
"Es algo obviamente adaptativo para las especies sociales cooperar con los otros para conseguir comida, protección, etc. No es sorprendente que necesitemos ser capaces de saber quién es amigo y quién enemigo, o quién puede cooperar con nosotros en el futuro y quién no, con la finalidad de desarrollarnos dentro de un sistema cooperativo. Esto puede formar la base de nuestras tendencias morales: preferir a quienes son prosociales frente a los que son antisociales. No obstante, esto es tan sólo una parte del complejo entramado moral de los humanos", sentencia Kiley Hamlin.
Las personas que forman parte de nuestra vida han llegado a ella de múltiples formas: en unos casos nos han sido impuestas, como los familiares o los compañeros de trabajo, pero en otros muchos, somos nosotros los que decidimos quienes son nuestros amigos y quienes conforman ese núcleo de individuos que no queremos tener cerca. La capacidad para tomar estas decisiones parece ser innata al ser humano. Esto es lo que se deduce de este trabajo ya que esta habilidad favorece nuestro desarrollo.
"Nuestros resultados sugieren que los niños, al igual que los adultos, son capaces de saber la diferencia entre aquellos que se comportan de forma positiva con los demás frente a los que lo hacen negativamente, y que tienden a acercarse a los primeros y evitar a los segundos", afirma a elmundo.es Kiley Hamlin, doctora en Psicología de la Universidad de Yale (Estados Unidos) y una de las autoras del estudio. "La capacidad para discriminar a aquellos que son peligrosos para ti de aquellos que te pueden ayudar es esencial en el mundo social. Nuestro trabajo observa esta capacidad en niños demasiado jóvenes para haberles enseñado explícitamente, lo que ofrece más evidencia de que esa capacidad puede construirse".
A estas conclusiones ha llegado esta especialista después de haber hecho varios experimentos a un grupo de niños de seis y 10 meses de edad en el que se valoraban diferentes interacciones sociales. Para ello, se les mostró tres piezas de madera de diferentes colores a las que se les había pegado unos ojos.
Un escalador y un saboteador
Los niños prefieren al colaborador (triángulo) frente al boicoteador (cuadrado). En una animación, los niños veían como uno de estos muñecos, denominado el escalador, quería subir por una colina. Después de varios intentos sin éxito, otro personaje, un triángulo amarillo, le ayudaba para subir a la cima de la montaña. También se puso en escena otro personaje, un cuadrado azul, que le empujaba en sentido contrario y le entorpecía el ascenso.
En una siguiente fase, los investigadores midieron las actitudes de los niños hacia el triángulo (colaborador) y hacia el cuadrado (el boicoteador). Y comprobaron que 14 de los 16 niños de 10 meses y todos los 12 bebés de seis meses, preferían al colaborador.
Además, tras un segundo experimento en el que los psicólogos mostraron una animación en la que una cuarta figura tenía una actitud neutra con el escalador, los niños volvían a elegir al colaborador entre todas las piezas, y al muñeco neutro frente al boicoteador. Además, para descartar que los pequeños hubieran optado por una u otra figura en función del tipo de movimiento, ojos o color, los investigadores realizaron otro tipo de estrategias para descartar estos equívocos y confirmar los resultados obtenidos.
Desarrollo social
"Esa preferencia hacia personas amables podría tener un impacto positivo y duradero en un niño, asumiendo que cuando los pequeños se acercan a alguien son más propensos a aprender algo de él que de otra persona a la que no se aproximan", explica Kiley Hamlin. Para la especialista este tipo de actitudes no están influenciadas por los educadores. "Parece que los pequeños tienen esta aptitud mucho antes de que vayan a la escuela, esto demuestra lo impresionantes que son las habilidades sociales de los niños".
Finalmente, estos psicólogos explican que el estudio indica que los humanos se inician en la evaluación social mucho antes de lo que se pensaba y apoya la visión de que la capacidad para valorar a las personas en función de sus relaciones y comportamientos sociales es universal y no se basa en el aprendizaje.
"Es algo obviamente adaptativo para las especies sociales cooperar con los otros para conseguir comida, protección, etc. No es sorprendente que necesitemos ser capaces de saber quién es amigo y quién enemigo, o quién puede cooperar con nosotros en el futuro y quién no, con la finalidad de desarrollarnos dentro de un sistema cooperativo. Esto puede formar la base de nuestras tendencias morales: preferir a quienes son prosociales frente a los que son antisociales. No obstante, esto es tan sólo una parte del complejo entramado moral de los humanos", sentencia Kiley Hamlin.
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