Hay dos días al año, el 28 de mayo y el 12 de julio en los que al atardecer el sol se alinea perfectamente con la cuadrícula que forman las calles de Manhattan, de forma que se puede ver el sol poniéndose desde todas las calles pares, que van de este a oeste. Este fenómeno llamado Manhattanhenge se produce por la inclinación de 29º respecto al verdadero eje este-oeste que tienen las calles.
En realidad existen otros dos días (5 de diciembre y 8 de enero, en fechas cercanas al solsticio de invierno) en que se produce el mismo fenómeno al amanecer, sin embargo en esa época hay una alta probabilidad de que el cielo esté cubierto y no se pueda disfrutar de su belleza.
El término fue acuñado en 2002 por el astrofísico David deGrasse, haciendo una analogía con Stonehenge, el monumento prehistórico británico cuyas piedras se alinean con el amanecer en determinadas fechas del año.
Por tanto, si estás planeando un viaje a Nueva York próximamente, no olvides considerar estas dos fechas. Así podras contemplar el espectáculo de los rayos de sol cruzando literalmente las avenidas, amplificado por los miles de rascacielos de cristal de la Gran Manzana.
Quizá en un futuro, cuando los arqueólogos descubran los restos de cristal de Nueva York, se pregunten por qué la ciudad estaba alineada para producir este fenómeno en dos días concretos del año. Lo cierto es que se trata de un fenómeno casual, resultado de la estructura puramente ortogonal de las calles neoyorquinas y del hecho de que la mayoría de sus edificios estén recubiertos de cristal.
En realidad existen otros dos días (5 de diciembre y 8 de enero, en fechas cercanas al solsticio de invierno) en que se produce el mismo fenómeno al amanecer, sin embargo en esa época hay una alta probabilidad de que el cielo esté cubierto y no se pueda disfrutar de su belleza.
El término fue acuñado en 2002 por el astrofísico David deGrasse, haciendo una analogía con Stonehenge, el monumento prehistórico británico cuyas piedras se alinean con el amanecer en determinadas fechas del año.
Por tanto, si estás planeando un viaje a Nueva York próximamente, no olvides considerar estas dos fechas. Así podras contemplar el espectáculo de los rayos de sol cruzando literalmente las avenidas, amplificado por los miles de rascacielos de cristal de la Gran Manzana.
Quizá en un futuro, cuando los arqueólogos descubran los restos de cristal de Nueva York, se pregunten por qué la ciudad estaba alineada para producir este fenómeno en dos días concretos del año. Lo cierto es que se trata de un fenómeno casual, resultado de la estructura puramente ortogonal de las calles neoyorquinas y del hecho de que la mayoría de sus edificios estén recubiertos de cristal.