lunes, marzo 03, 2008

Fulgores malditos


Además de los miles y miles de trabajadores esclavizados que pagaron con su vida –de Africa a Brasil– la búsqueda de diamantes en condiciones infrahumanas, algunas de estas gemas –una vez descubiertas, cortadas, talladas, etc.– han resultado portadoras constantes de infortunio. De todas ellas, la más nefasta está ahora bien guardadita en el Instituto Smithsoniano, de Washington, donada en 1947 por el joyero Henry Winston -celebre diamantófilo–, aunque no faltan expertos que dicen que la Hope naufragó con el "Titanic" y reposa ahora entre bosques de corales en el fondo del mar.

De todos modos, ya que los diamantes azules están tan verdes para la mayoría de nosotras, viene de perlas conocer historias tan tristes como la del Hope (Esperanza) que antes se llamó Tavernier en homenaje a un viajero (Jean-Baptiste) que lo trajo –seguramente afanado– de la India en 1642. Tavernier, después de vendérselo al vizconde Nicolas Fouquet, fue robado por su propio hijo y volvió a la India donde murió devorado por perros salvajes. Fouquet, entretanto, se pavoneó –diamante sobre la pechera– en una fastuosa recepción que ofreció a Luis XIV en su castillo. El ministro Colbert, considerando que el rey había sido ofendido por semejante ostentación, hizo detener a Fouquet, acusándolo de robar los dineros del Estado y lo condenó –en condiciones miserables– a prisión perpetua en la foraleza Pignerol. Obviamente, el soberano se apoderó del diamante que fue a parar al turgente escote de su favorita, Madame de Montespan. Al poco tiempo, se acentuaba el descontento general contra el Rey Sol. Madame de Montespan fue acusada de faltas ligadas a la posesión del Tavernier y, repudiada por su marido oficial y por su regio amante, debió retirarse –sin la gema azul, claro, que entregó al Tesoro Real– a orar a un convento. El vanidoso e infiel monarca murió poco después de una nada glamorosa viruela.

Medio siglo después, el Tavernier hizo su rentrée luminosa en una corte muy divertida y decontractée, entre danzas y canciones, luciendo sobre cuellos que hacia fines de ese siglo, el XVIII, serían guillotinados: Madame Du Barry, María Antonieta, la princesa Lamballe, aristócrata en desgracia, el diamante azul fue a parar a un depósito de muebles. Un corrupto sans-culotte lo sustrajo y lo llevó a Amsterdam donde Willem Fals volvió a tallarlo para que no fuera reconocido. El hijo del joyero robó el diamante; el padre desesperado se suicidó y, para cerrar el círculo, el ladrón, carcomido por la culpa, cayó en profunda tristeza hasta su muerte.Revendido por un cómplice de Fals Jr., el Tavernier pasó a Londres y prosiguió haciendo estragos en la persona del duque de Brunswick, que perdió todos sus bienes y cedió el French Blue –como se lo conoció en Inglaterra– por chirolas al futuro Jorge IV de Inglaterra, un dandy exhibicionista siempre dispuesto a competir con el Bello Brummel. Este monarca duró poco y mal, entre sangrías y decadencia mental.

Hacia 1830, la gema es rebautizada con el nombre de su nuevo dueño, Sir Henry Hope, quien después de oblar 90 mil dólares empezó a hundirse en la desdicha: bancarrota financiera, suicidios en la familia. Posteriormente, le tocó el turno fatal a un príncipe ruso, que se compró el Hope y, loco de amor y de celos por una bailarina del Folies Bergères, la mató en escena y al poco tiempo fue oscuramente asesinado. La gema prosiguió acortando la esperanza de vida de: un sultán, un caballero español y finalmente se ensañó con la familia norteamericana McLean (dueña del Washington Post), que lo adquirió en plena Belle Epoque. Todo mal: Mr. McLean perdió a un hijo de nueve años –atropellado– y a una hija algo mayor –de sobredosis de barbitúricos–, antes de verse envuelto en un escándalo financiero y de ser internado en una clínica psiquiátrica. En los 40 entró a tallar Harry Winston, quien después de pasear un tiempo con la piedra en su bolsillo, la donó al instituto antes citado, cortando así la malísima onda del Hope, antes Tavernier, antes –acaso– el tercer ojo de alguna diosa hindú.

No hay comentarios: