Cuenta el Génesis que en un lejano pasado hubo un gran diluvio que inundó toda la tierra y sólo gracias al Arca de Noé se logró salvar la Humanidad. Ahora los científicos han encontrado pruebas de que de hace más de 8.000 años, un inmenso trozo de hielo se desprendió en el Atlántico Norte y provocó una subida de hasta 1,4 metros en el Mediterráneo.
Como consecuencia, el Mar Negro se inundó de agua salada y hubo un gran desplazamiento de población entre los primeros campesinos humanos, que hicieron posible una temprana expansión de la agricultura por el resto de Europa.
Esta es la principal conclusión del estudio realizado por investigadores de las universidades de Exeter (Reino Unido) y de Wollongong (Australia), publicado en la revista 'Quaternary Science Reviews'. Los expertos, bajo la dirección del profesor británico Chris Turney, relacionan con una inundación global el derrumbe del inmenso hielo de Laurentide, en Norteamérica, que supuso el mayor aumento de agua dulce en el planeta de los últimos 100.000 años y que tuvo lugar hace entre 8.740 y 8.160 años.
Por aquel entonces, en Oriente Próximo y en las zonas alrededor del Mar Negro había comunidades neolíticas de agricultores. Aquellos primeros granjeros preferían cultivar en las zonas inundables de los ríos y a las orillas de los lagos, dado que eran áreas seguras en periodos de sequía. En el Holoceno, el Mar Negro era un lago de agua dulce.
Con el deshielo del Laurentide, el nivel de los mares aumentó hasta 1,4 metros, suficiente para que rebasara el Estrecho del Bósforo, que separaba el Mediterráneo del lago. Como consecuencia, hace unos 8.200 años, el Mar Negro aumentara su volumen y se convirtió en salado, como muestran los restos de moluscos hallados en el fondo.
Las comunidades que vivían en sus orillas fueron las más vulnerables. Ya no podían cultivar. Chris Turney y sus colegas estiman que llegaron a inundarse hasta 72.700 kilómetros cuadrados en la época de la máxima inundación, que habría durado unos 34 años.
Desplazamiento humanoEl mismo fenómeno afectó también a las costas del Mediterráneo (Europa suroriental, Chipre u Oriente Próximo), donde el agua cubrió unos 1.120 kilómetros cuadrados, según sus estimaciones.
Todo ello provocó, sobre todo en Europa del Este, que hasta 145.000 personas tuvieran que emigrar en busca de tierras de cultivo más propicias, y lo hicieron hacia el oeste, donde entonces habitaban cazadores y recolectores. En concreto, se han encontrado asentamientos neolíticos en toda la costa mediterránea, lo que sugiere que las migraciones fueron a través del mar.
Su llegada produjo un cambio social acelerado. «La influencia de nómadas que venían de áreas inundadas supuso un impulso muy importante para transformar la forma de vida», argumenta Turney.
«Aquellos sucesos podrían haberse transmitido de generación en generación como el recuerdo de un gran diluvio. Debieron sentir como que el mundo entero estaba inundado y aquello pudo ser el origen de la historia del Arca de Noé», asegura Turney.
El investigador recuerda que esta situación se puede repetir hacia el año 2050, cuando, debido al calentamiento global, está previsto que el nivel del mar suba de nuevo. «Para los millones de personas que viven cerca de las costas, no es un presagio nada bueno», augura el científico británico.
Como consecuencia, el Mar Negro se inundó de agua salada y hubo un gran desplazamiento de población entre los primeros campesinos humanos, que hicieron posible una temprana expansión de la agricultura por el resto de Europa.
Esta es la principal conclusión del estudio realizado por investigadores de las universidades de Exeter (Reino Unido) y de Wollongong (Australia), publicado en la revista 'Quaternary Science Reviews'. Los expertos, bajo la dirección del profesor británico Chris Turney, relacionan con una inundación global el derrumbe del inmenso hielo de Laurentide, en Norteamérica, que supuso el mayor aumento de agua dulce en el planeta de los últimos 100.000 años y que tuvo lugar hace entre 8.740 y 8.160 años.
Por aquel entonces, en Oriente Próximo y en las zonas alrededor del Mar Negro había comunidades neolíticas de agricultores. Aquellos primeros granjeros preferían cultivar en las zonas inundables de los ríos y a las orillas de los lagos, dado que eran áreas seguras en periodos de sequía. En el Holoceno, el Mar Negro era un lago de agua dulce.
Con el deshielo del Laurentide, el nivel de los mares aumentó hasta 1,4 metros, suficiente para que rebasara el Estrecho del Bósforo, que separaba el Mediterráneo del lago. Como consecuencia, hace unos 8.200 años, el Mar Negro aumentara su volumen y se convirtió en salado, como muestran los restos de moluscos hallados en el fondo.
Las comunidades que vivían en sus orillas fueron las más vulnerables. Ya no podían cultivar. Chris Turney y sus colegas estiman que llegaron a inundarse hasta 72.700 kilómetros cuadrados en la época de la máxima inundación, que habría durado unos 34 años.
Desplazamiento humanoEl mismo fenómeno afectó también a las costas del Mediterráneo (Europa suroriental, Chipre u Oriente Próximo), donde el agua cubrió unos 1.120 kilómetros cuadrados, según sus estimaciones.
Todo ello provocó, sobre todo en Europa del Este, que hasta 145.000 personas tuvieran que emigrar en busca de tierras de cultivo más propicias, y lo hicieron hacia el oeste, donde entonces habitaban cazadores y recolectores. En concreto, se han encontrado asentamientos neolíticos en toda la costa mediterránea, lo que sugiere que las migraciones fueron a través del mar.
Su llegada produjo un cambio social acelerado. «La influencia de nómadas que venían de áreas inundadas supuso un impulso muy importante para transformar la forma de vida», argumenta Turney.
«Aquellos sucesos podrían haberse transmitido de generación en generación como el recuerdo de un gran diluvio. Debieron sentir como que el mundo entero estaba inundado y aquello pudo ser el origen de la historia del Arca de Noé», asegura Turney.
El investigador recuerda que esta situación se puede repetir hacia el año 2050, cuando, debido al calentamiento global, está previsto que el nivel del mar suba de nuevo. «Para los millones de personas que viven cerca de las costas, no es un presagio nada bueno», augura el científico británico.
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