miércoles, noviembre 21, 2007

Descubren una nueva especie de dinosaurio en el sótano de un museo de Londres




Amontonado durante 113 años en un sótano triste y lejos de los ojos del público, aquello no era sino un fósil de dinosaurio más en los sótanos del pantagruélico Museo de Historia Natural de Londres. Hasta que se posaron en él hace unos meses los ojos de lince de Mike Taylor, un estudiante de doctorado de la Universidad de Portsmouth.
Mike enseguida supo que allí había algo que no encajaba: "Iba y venía por los pasillos buscando dos huesos muy concretos, pero de pronto encontré esto con una etiqueta que lo identificaba como algo que evidentemente no era. Por supuesto que era una vértebra de un dinosaurio saurópodo, pero había algo que yo nunca había visto antes".
El hallazgo azuzó la curiosidad de Mike, un tipo que se gana el pan como informático –"de algo hay que vivir"- para financiar la gran pasión de su vida: el estudio de los dinosaurios. Taylor ha desarrollado unos conocimientos de profesional en el reconocimiento de fósiles de dinosaurio y en el momento del descubrimiento acudía todos los días al museo para reunir datos en torno a su tesis. Su objetivo era recabar información sobre los saurópodos, un grupo de dinosaurios en el que están incluidos el braquiosaurio o el diplodocus. Los saurópodos eran herbívoros, tenían el cuello muy largo y se alimentaban de las copas de los árboles.
La vértebra que llamó la atención de Mike fue descubierta en 1890 cerca de Hastings por un coleccionista local llamado Philip James Rufford. La catalogó el paleontólogo Richard Lydekker y la etiquetó como 'Morosaurus brevis', un nombre que ya no utiliza la comunidad científica pero que correspondería al camarosaurus, un saurópodo común en América del Norte.


Sin embargo, Mike Taylor se dio cuenta enseguida de que era algo diferente. La sujeción de las costillas, la fórma del canal de la médula, el costado más amplio de lo normal… Eran características inéditas que no conducían al camarosaurus sino a una nueva especie. "He visto tantos huesos de saurópodos", decía Taylor ayer a EL MUNDO, "que la diferencia para mí es muy grande, es como recordar la cara de una persona entre mil, es muy fácil".
El nombre que ha dado a la especie es 'Xenoposeidon proneneukus' y es muy difícil saber de él nada más que su tamaño aproximado. Entre 15 y 20 metros de largo y entre 2.800 y 7.600 kilos de peso. El hallazgo sugiere que los saurópodos son un grupo mucho más diverso de lo que hasta ahora se pensaba. Alrededor de 130 diferentes han sido identificados hasta ahora pero ésta representa probablemente –según la Universidad de Portsmouth- una nueva familia de dinosaurio.
"No creo que sea el único objeto mal catalogado" , dice Taylor, "la gran ventaja que yo tengo respecto a Lydekker es que 113 años de investigación han hecho posible que haya muchos animales con los que comparar este hueso y muchos trabajos de investigación muy útiles".
"Por eso podemos decir hoy", añade, "que la diferencia entre esa vértebra y las de otras especies es suficientemente grande como para decir que no se corresponde con ningún genero ni con ninguna de las actuales especies y que se trata de una familia nueva de dinosaurio".
Mike Taylor ha llevado a cabo su hazaña robándole tiempo al sueño y a su familia –"mi mujer no lo puede entender, pero es muy buena conmigo"-, afanado en lo que define como "la gran pasión" de su vida. "Cuando termine la tesis", dice, "seguiré investigando pero sólo en los ratos libres. No quiero que esto se convierta en un trabajo. ¿Qué si sirve para algo? No lo sé. ¿Para qué sirve escalar una montaña o llegar a Marte? El ser humano busca retos. Esto es una ciencia pero en ocasiones tiene más que ver con el arte".

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