Para muchos internautas, Microsoft simboliza la encarnación de todos los males sobre la Tierra. Pero hasta los detractores más acérrimos de Windows admitirán que su éxito puede tener también efectos positivos. Gracias a la espléndida fortuna amasada por Paul Allen, socio fundador de la compañía junto a Bill Gates, puede que estemos mucho más cerca de encontrar la respuesta a una de las preguntas que más veces se han planteado en la historia del hombre: ¿estamos solos en el universo?
Allen va a hacer realidad el gran sueño del instituto SETI, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la búsqueda de vida inteligente más allá de nuestro planeta. En el año 2005, éste dispondrá de un espectacular campo de antenas telescópicas dedicado exclusivamente a rastrear el firmamento en búsqueda de señales extraterrestres.
Los casi 2.000 millones de pesetas donados por el ex-socio de Bill Gates al instituto harán posible la construcción, al norte de California, de este complejo compuesto por más de 700 antenas parabólicas de cuatro metros de diámetro.
Hasta ahora, el programa SETI empleaba grandes radiotelescopios como el de Arecibo para realizar sus tareas de observación, pero al tener que compartirlo con otros muchos proyectos astronómicos, sólo podía disponer de las antenas alrededor de seis semanas al año. Dentro de un lustro, el ATA (iniciales en inglés de Campo Telescópico Allen) permitirá la búsqueda de transmisiones que pudiesen proceder de civilizaciones extraterrestres durante los 365 días del año.
La tediosa y mecánica tarea de los científicos del proyecto, que muchos han comparado con la búsqueda de una aguja en un pajar, podrá realizarse así hasta diez veces más rápido. Pero no es sólo cuestión de la cantidad de tiempo disponible. Cuando esté terminado, el número de señales que el ATA tendrá capacidad de captar simultanemente se multiplicará por cuatro respecto al actual, y el ancho de frecuencias que el sistema cubrirá será tres veces superior al que permiten los equipos empleados en este momento.
Todos estos factores combinados hacen que, después de cuarenta años de historia, en los que su continuidad se ha visto seriamente amenazada en varias ocasiones, el programa SETI esté a punto de dar un salto de gigante. La trascendencia de este momento para el instituto fundado por el mítico astrónomo Frank Drake se refleja en el entusiasmo que desprende el comunicado hecho público a través de su web: "Gracias a su capacidad para analizar simultaneamente muchas zonas del firmamento, y a la posibilidad de disponer de muchos más canales durante 24 horas al día, el ATA quizás nos permita multiplicar el alcance del proyecto por un factor de mil. Es un progreso muy grande para nuestras investigaciones."
Incluso si la respuesta a la gran pregunta sigue resisitiéndose, la contribución de Allen no será del todo inutil. Junto a la búsqueda de inteligencia más allá de nuestro planeta azul, las parabólicas de Allen desempeñarán tareas astronómicas más ortodoxas, como el estudio de la química interestelar y de los campos magnéticos de las galaxias.
Su nombre en una antena Una de las grandes ventajas del ATA respecto a los grandes radiotelescopios es que su potencia puede ser ampliada con mucha facilidad: es cuestión de añadir más parabólicas y más ordenadores.
Dado que el SETI se financia exclusivamente por medio de contribuciones desinteresadas desde que la NASA se desvinculó del proyecto, estas ampliaciones dependen de las futuras donaciones.
Para fomentarlas, el instituto ha lanzado un "programa de esponsorización" de antenas: por 50.000 dólares (más de ocho millones de pesetas) cualquiera puede bautizar con su nombre a una de las nuevas parabólicas y contribuir así al que, de producirse, sería indudablemente el descubrimiento más importante en la historia de la humanidad.
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