domingo, agosto 26, 2007

¿PERSONAJES REALES O DE FICCIÓN?




Existe una historia oculta de la literatura que nos habla de la trastienda de algunos héroes literarios. No han sido creados de la nada sino que corresponden a personajes reales que han trascendido su mera existencia física para pasar a la inmortalidad. Los ejemplos son numerosos. Es el caso de Robinsón Crusoe –Daniel Defoe se basó en el marinero escocés Alexander Selkirk-; de Frankestein -Mary Shelley hizo lo propio con la figura del médico británico Andrew Crosse, quien realizó experimentos bioeléctricos con insectos a principios del siglo XIX-; del Tío Tom que no fue otro que el esclavo Josiah Henson al que Harriet Beecher-Stower conoció y recreó en su novela La cabaña del Tío Tom (1851); de Phileas Fogg basado en la historia del viajero norteamericano George Francis Train quien dio la vuelta al mundo en 80 días o del Dr. Jekyll y Mr. Hyde que esconde la figura de William Brodie, un extraño personaje real que tenía una doble vida en Edimburgo, Escocia, y del que se documentó R.L. Stevenson para escribir su obra en 1886.
Muchos personajes de las novelas de Walter Scott tienen una base histórica y lo mismo se podría decir de los de Arthur Conan Doyle. Dos destacan sobre todos los demás: Sherlock Holmes inspirado en las dotes deductivas de un viejo profesor que tuvo en Edimburgo llamado Joseph Bell y el otro héroe literario de Doyle es el profesor Challenger, basado en la figura de otro profesor suyo, de grandes cualidades científicas y de mal genio, llamado Ernest Rutherford y que le hace aparecer por primera vez en su novela El mundo perdido (1912).
Es la letra pequeña de la historia de la literatura, el dato secreto -pero esencial- para entender algunas de las grandes obras de la narrativa universal. D’Artagnan sirvió, efectivamente, como capitán del rey Luis XIV y el rey Arturo fue un caudillo bretón del siglo V d.C., que combatió en 12 batallas contra los anglosajones y de las que siempre salió victorioso. Ambos no fueron legendarios hasta que un Alejandro Dumas o un buen número de autores medievales los convirtieran en símbolos universales, lo que no rebajó ni un grado su importancia fantástica para la imaginación. También existieron el rey Midas (un rey de Frigia del siglo VII a.C. que la leyenda le atribuye convertir todo lo que tocaba en oro), la romántica Pocahontas (una de las diez hijas de Powhatan, jefe de diez tribus de Chesapeake que se enamoró de un capitán Smith) y el trampero Daniel Boone (1755-1820) que fue protagonista de una famosa serie televisiva e inspiró a uno de los más conocidos héroes de la literatura juvenil de aventuras: “Ojo de Halcón”, el audaz explorador de la novela El último mohicano (1826) de Fenimore Cooper. Por citar a uno más, igualmente tuvo una existencia real el cazador de bisontes Bufallo Bill (1846-1917), cuyas hazañas fueron mitificadas por el cine y que acabó sus días como atracción de feria.
Charles de Batz-Castelmore, más conocido como D'Artagnan,mosquetero del rey, muerto en 1673 ante los muros de Maastricht (Holanda), combatiendo bajo las banderas de Luis XIV
Nunca sabremos a ciencia cierta quiénes fueron las musas de un sinfín de protagonistas de relatos de aventuras, pero también es bueno especular. ¿Allan Quatermain, el capitán Ahab, el conde de Montecristo o Scaramouche tienen su reflejo en la vida real? No lo sabemos con seguridad. En cambio, de otros personajes sí conocemos detalles sustanciosos. Mark Twain confesó que para Huckleberry Finn: “tomé como modelo a Tom Blankenship, hijo de un borrachín del pueblo. Era un chico ignorante, mugriento y mal alimentado, pero tenía mejor corazón que cualquier otro muchacho. Las libertades de que gozaba eran completamente ilimitadas”.
Dignas de mención son las aventuras del barón de Münchhausen, escritas por el erudito alemán Rudolph Erich Raspe (1737-1794), y que están basadas en las hazañas reales del barón Federico Hieronymus, barón de Münchhausen (1720-1797), un personaje histórico que luchó contra los turcos y muy famoso en su época por sus exageraciones. Ya retirado del ejército, se dedicó a amenizar las veladas en Hannover contando fanfarronadas sin límite hasta que Raspe las puso por escrito bajo el título de "Los relatos del barón de Münchhausen sobre sus maravillosos viajes y campañas en Rusia", publicado en 1786. De esta manera, el militar y cazador embustero se transformó pronto en un personaje casi legendario. Algo similar le ocurrió a Cyrano de Bergerac del que mucha gente cree que es un simple personaje literario creado por el dramaturgo Edmond Rostand, sin ningún resquicio histórico, cuando en realidad era un consumado espadachín del siglo XVII además de escritor de novelas fantásticas.
Federico Hieronymus de Münchhausen, militar alemán al servicio de Rusia que dio lugar a una famosa obra de fantasía.

Hercule Savinien de Cyrano de Bergerac, escritor de éxito y uno de pioneros de la Ciencia Ficción.
Como se puede ver, hay personajes y héroes literarios para dar y tomar que cabalgan entre el mito y la historia. Este reportaje propone hacer un curioso viaje literario, uno de esos extraños viajes a través de la historia oculta de la literatura, cómodamente sentados en nuestro sillón, recorriendo la historia de varios personajes “imaginarios”, sobradamente conocidos por todos los jóvenes, que han tenido una fuente de inspiración en personajes de carne y hueso. Evidentemente, los nombres asignados a sus respectivos protagonistas son diferentes, pero sus autores se basaron en personas que tuvieron primero una efímera existencia física y luego una eterna fama literaria.
UNA VIDA, UNA OBRA
Walt Whitman escribió con toda razón: "La literatura está llena de aromas". De aromas, de sensaciones, de aventuras, de pasiones, de rebosante vida en definitiva. Muchos escritores tuvieron que acudir a la fantasía y a la imaginación para inspirarse y crear sus obras. Otros, en cambio, tuvieron una vida tan intensa (y a veces breve) que les bastó y sobró con sus propias experiencias a la hora de escribir sus novelas de acción. Fue el caso de Jack London, de Ernest Hemingway, de Herman Melville o de Robert Louis Stevenson.
Conocer sus vidas es conocer sus obras. Vidas no exentas de tragedias, de sinsabores, de dramas personales, de viajes, de penurias y, como no, también de popularidad. Leer las biografías de algunos afamados escritores nos enfrentaría a la parte oculta de muchos de ellos. Son vidas turbulentas y, a veces, agresivas, más llenas de odios que de amores, de intrigas y oscuros secretos más que de buenas intenciones y romanticismos. De todo hay en el jardín florido de la literatura y por eso mismo, porque hay de todo, es bueno comentar esas "vidas ejemplares", ejemplos de experiencias al límite, de aventuras extremas, de viajes temerarios protagonizados por autores que tal vez hayamos leído en alguna ocasión, pero sin reparar en su pasado tormentoso, en su mezquina sordidez, en su intrepidez o en su granujería privada. Un pasado que, lógicamente, les debió servir de inspiración para escribir luego -o de forma simultanea- sus obras.
No tuvieron que recurrir a modelos externos, ellos mismos eran su propio modelo de vida que luego plasmaron y reflejaron magistralmente en algunas de sus obras. Ejemplos de esta afirmación se encuentran en Cyrano de Bergerac y en E.R. Burroughs.
No son pocos los investigadores que han seguido la pista de personajes considerados míticos para establecer su posible vinculación con la historia. Es lo que ocurre con el legendario rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda o del proscrito arquero Robin Hood. Candidatos no faltan pero ninguno, hasta el momento, ostenta el honor de ser el inspirador directo, con documentos en la mano, de estas fascinantes sagas medievales que luego fueron llevadas al cine.
No hace mucho, la revista Muy Interesante ha publicado una breve reseña de los diez personajes que han aparecido con mayor frecuencia en la historia cinematográfica, y es sorprendente comprobar que muchos de ellos no son de ficción sino que están basados en la vida de hombres que tuvieron una existencia histórica como Napoleón o el mismo Jesucristo. Esta lista es un excelente punto de apoyo para recordar la trayectoria profesional de mitos incondicionales del celuloide y de la literatura como es el caso de Drácula, la novela que más veces ha sido llevada al cine, cuyo personaje –basado en la historia del príncipe de Valaquia Vlad Tepes- debutó por vez primera en 1922 con el Nosferatu de F.W. Murnau y, desde entonces, ha marcado la historia del cine de terror con 164 películas a sus espaldas -o entre sus colmillos- algo que, asimismo, ocurre con el terrorífico monstruo de Víctor Frankenstein que le sigue de cerca con 116 películas en su haber.
En lo que respecta a las películas policíacas, es de obligada mención el emblemático Sherlock Holmes, el gran detective que, en compañía del inseparable Watson, ha logrado esclarecer los casos más complejos y enrevesados. Este personaje ha protagonizado, de momento, 107 películas, todo un récord, en las que logró mantener el suspense hasta el último momento.
Tarzán, el rey de la selva, ocupa un lugar indiscutible en la historia cinematográfica, desde su primera aparición en 1918. A lo largo de estos años, el mítico lord Greystoke, inspirado en el conde de Streatham, no ha dejado de columpiarse en sus lianas en 98 películas a pesar de haber sido encarnado por toda una legión de actores.
Lo mismo ocurre con otro de los héroes literarios más aclamados por el público infantil, el arquero Robin Hood, personaje que ha sido objeto de 62 películas ambientadas en los montes de Sherwood.
CRÍMENES: FUENTE DE INSPIRACIÓN LITERARIA
La literatura y el cine sublima o denigra y por eso también se ha encargado de dar popularidad a personajes indeseables para la sociedad, pero cuya escabrosa vida ha atraído a periodistas y escritores para ponerla por escrito y realzar sus “virtudes” y sus "logros".
Mary Cecilia Rogers fue la mujer que inspiró al personaje de El Misterio de Marie Rogêt, uno de los famosos cuentos de suspense de Edgar Allan Poe. Rogers (1820-1841), hermosa empleada en una tienda de tabacos en Liberty Street, de Nueva York, de la que era cliente el mismo Poe, fue asesinada en agosto de 1841. Se encontró su cadáver flotando en el río Hudson. Poe se hizo con todos los recortes de prensa sobre este pavoroso crimen y elaboró un relato haciendo intervenir a su famoso detective, el chevalier Auguste Dupin. Utilizó muy pocas licencias literarias, tan sólo afrancesó el nombre y el apellido de la protagonista: de Mary pasó a Marie e instaló la escena en París para exponer con más libertad sus teorías.
Cuando se publicó el relato (noviembre de 1842) el misterio que rodeaba este asesinato seguía sin resolverse. Poe-Dupin desarrolla la idea de que el asesinato había sido cometido por un solo individuo, un enamorado enfermizo de la víctima, y no por una pandilla de malhechores como supuso la policía, algo que se confirmó años después.
Otro asesino, Chester Gillette, fue el inspirador del personaje de Clyde Griffiths. Gillette (1883-1908) trabajaba en una fábrica de camisas propiedad de su tío y se había hecho amante de una de sus empleadas, Grace Brown, quien pensaba que se casarían. Mientras tanto, él mantenía relaciones con otras damas de mayor prominencia social. En 1906, cuando se enteró de que Grace estaba embarazada y se dio cuenta de que se vería obligado a casarse, Gillette la llevó al lago Big Moose en Nueva York, remó hasta el centro del mismo, le dio en la cabeza un fuerte golpe con una raqueta de tenis y la arrojó al agua. Ella se ahogó. Gillette fue detenido, juzgado, condenado y electrocutado. El escritor norteamericano Teodore Dreiser (1871-1945) siguió el caso en todos sus pormenores y escribió Una tragedia americana (1925), una estremecedora novela dentro del género realista.
Chester Gillete, un terrible asesino que murió en la silla eléctrica
Otra novela célebre basada en un asesinato es del periodista y escritor Truman Capote. Se trata de A sangre fría (1965), un testimonio desgarrador de la personalidad psicótica de un asesino que mató a una familia de granjeros acomodados de Kansas. Con esta obra se inicia un nuevo modelo de “novela-reportaje” o “novela-documento” precursora del nuevo periodismo, cuyo ingrediente principal es relatar con fidelidad, crudeza y unas buenas dosis de morbo, los hechos acaecidos.
Más rimbombante y tremebunda es la personalidad del asesino en serie Ed Gein, que inspiró varios relatos de terror que luego se convirtieron en películas de éxito. Aparentemente era un hombre inofensivo, pero tras esa fachada se ocultaba un terrible psicópata que convirtió su granja en un matadero humano. Sus espeluznantes crímenes proporcionaron al cineasta británico Alfred Hitchcock las bases para su película Psicosis. Entre los más atroces descubrimientos que se encontraron en su casa, que pasó a ser conocida como "la mansión de los horrores", fueron unas cajas con los restos humanos pertenecientes a diferentes cuerpos sin identificar, el corazón y la cabeza amputada de Bernice Worden en una bolsa de plástico y una colección de nueve máscaras confeccionadas con tiras de piel humana, de las cuales cuatro colgaban en la pared que rodeaba la cama de aquel asesino en serie.
La única habitación de la casa que parecía normal era una que se encontraba sellada con tablones en la puerta y perfectamente ordenada... la de su madre. Desde que ésta muriera en 1945, doce años antes, la habitación había estado cerrada con clavos como un sepulcro. Ed explicó a la policía, después de su detención, que después de su fallecimiento, su madre se mantuvo en contacto con él durante más de un año, hablándole mientras se dormía. Le fascinaban los reportajes sobre la operación de cambio de sexo y él mismo llegó a plantearse la posibilidad de convertirse en mujer.
Gein murió por insuficiencia respiratoria el 26 de julio de 1984, tras décadas de reclusión en una unidad psiquiátrica, donde resultó ser un paciente modelo. En la actualidad, sus restos descansan en el cementerio de Plainfield, al lado de los de su madre. Su influencia puede percibirse todavía en personajes literarios como Buffalo Bill, el travestido de piel de El Silencio de los Corderos o en películas como La Matanza de Texas, El Asesino o Los Carniceros.
NIÑAS, MUJERES Y CORTESANAS
Muchos otros personajes no han corrido igual suerte en cuanto a su popularidad, y han pasado sin pena ni gloria por las librerías o por las listas de éxito. Algunos han quedado como referencias especializadas para profesores de Literatura, para eruditos o conocedores puntillosos de todo lo que hay que saber sobre los entresijos de las obras literarias. No conviene olvidarnos de ellos. Merecen un pequeño recordatorio.
Uno de estos personajes fue Leigh Hunt, el inspirador del personaje Harold Skimpole, el protagonista de la novela de Charles Dickens La casa oscura (1852-1853) al que caricaturizó cruelmente bajo este nombre. Lo más seguro es que ni Hunt ni Skimpole nos suenen mucho ni poco ni nada, pero Leigh Hunt (1784-1859), conocido por Dickens, fue famoso por ser el editor de un periódico así como un "pesado" profesional. Gozó de la amistad del poeta Percy Byshe Shelley y, a través de éste, de Lord Byron.
Si hiciéramos un improvisado recuento, llegaríamos a la conclusión de que son muchas más mujeres que hombres los que han servido de referente a una gran obra literaria o cuya vida ha tenido más fuerza o la pasión suficiente como para ser reflejada en una novela o un cuento. Citemos el caso de tres de ellas.
Delphine Delamare fue la inspiradora de Emma Bovary, nombre del personaje y título de la novela de Gustave Flaubert. Delamare (1822-1848), era la hija de un próspero campesino y recibió una esmerada educación en una buena escuela. Se casó con un médico rural en Ry, Francia. Soñaba con una vida más atractiva, gastaba el dinero de forma extravagante, tuvo muchos amantes y al final se suicidó con arsénico. Al oír la historia de labios de un amigo íntimo, el escritor Gustave Flaubert, el creador de la novela realista, basó su Madame Bovary (1857) en ella, cuando contaba 35 años. El Gobierno francés le procesó alegando aspectos inmorales y casi pornográficos en la obra, acusándole de ofender la moral pública y poco le faltó para que la sentencia dictada por el tribunal fuera desfavorable: censuró la obra pero absolvió al autor. Flaubert negó que su protagonista se hubiera basado en un personaje real y es célebre la frase que exclamó ante los jueces: "¡Emma Bovary soy yo!". Por suerte, todo volvió a la normalidad y Madame Bovary se convirtió en la obra maestra de Flaubert. La polémica levantada sirvió para que fuera mucho más difundida y leída.
Toca el turno a Marie Duplessis, la inspiradora de La Dama de las Camelias, la obra más emblemática de Alejandro Dumas, hijo. Fue primero una novela escrita en 1848 (cuando tan sólo tenía 23 años) que más tarde convirtió en obra teatral. El drama fue estrenado el 2 de febrero de 1852 y consiguió, al igual que la novela, un éxito sin precedentes. Como diría un tópico titular de la época, la obra se basada en hechos reales, en concreto en la vida de Marie Duplessis, una hermosa cortesana francesa de la década de 1840, que amaba por igual a los hombres y a ramilletes de flores. Marie Duplessis (1824-1847) tuvo una vida corta pero azarosa. Trabajó para un fabricante de corsés, luego en una sombrerería y finalmente acabó ejerciendo el oficio más viejo del mundo en una esquina de París. Gracias a su inteligencia, se introdujo en la alta sociedad y llegó a ser mantenida por una serie de amantes ricos y aristócratas. Su símbolo era una camelia blanca. Dumas, uno de sus amantes, la inmortalizó en su célebre novela, aunque tuvo la delicadeza de encubrir su nombre y la llamó Margarita Gautier, si bien este forzado anonimato no sirvió para mucho, pues se trataba de un secreto a voces. A Margarita el perfume de las flores le hacia toser (incluso el de las margaritas) y por esa razón llevaba consigo un ramillete de camelias, ya que estas flores carecen de aroma, o es tan suave que apenas se percibe.
Al fallecer Marie de tuberculosis a la temprana edad de 23 años (en 1847), Dumas rememoró el tiempo que pasaron juntos y su predilección por estas encantadoras flores. Convirtió a Margarita en una mujer épica, cuyo sincero amor por el joven Armando Duval y su trágica muerte a tan corta edad la redimieron de cuantas faltas hubiera cometido en el pasado. Dumas contó admirablemente su historia que también fue inmortalizada por la música de Giusseppe Verdi en la ópera La Traviata (sobre libreto de Piave) pero cambiándole el nombre por el de Violeta.
UNA ALICIA DE CARNE Y HUESO
Por último, citemos a Alicia o Alice Liddell. La inclinación que tenía Lewis Carroll hacia los niños, que constituía un buen pretexto para practicar su afición a la fotografía, le puso en relación con las tres hermanas Liddell: Lorina, Edith y Alicia, que eran las hijas de un amigo suyo, el decano de Christ Church, y acompañantes habituales en sus excursiones al campo o en los paseos en barca por el Támesis. La gracia y el encano de Alice Liddell le inspiró sus dos libros fundamentales. A la pequeña Alicia, que tenía por aquel entonces diez años, le narraba historias que luego dieron lugar a su obra Aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) y su continuación A través del espejo (1871). Esa amistad le acarreó algún que otro disgusto. La señora Liddell veía con hostilidad las relaciones de Carroll con sus hijas y a partir de 1864 prohibió las excursiones en común y destruyó las cartas recibidas por Alicia. Lewis Carroll (cuyo verdadero nombre era Charles Dogson), le encantaba contar cuentos a los niños a pesar de ser un tímido profesor de matemáticas y lógica simbólica, diácono, zurdo, sordo del oído izquierdo y tartamudo. Carroll afirmó no recordar otro motivo para escribir el cuento que el de “complacer a una niña a la que quería”.
En su Diario personal anota, el 13 de noviembre de 1862, lo siguiente: “Empezado a escribir el cuento para Alicia, que les conté el 4 de julio, yendo a Godstow: espero terminarlo en Navidades”.
No lo acabó hasta febrero del siguiente año y seguidamente se puso a ilustrarlo, tarea que le ocupó hasta el mes de septiembre de 1864. Dos meses después enviaba a Alicia Liddell, como obsequio de Navidad, el manuscrito que tenía su nombre y cuyo título original era en un principio “Las aventuras subterráneas de Alicia”. En 1890, Carroll publicó una versión para los niños “de cero a cinco años”, titulada “Alicia para los pequeños”.
La conocida imagen de Walt Disney dela Alicia de Lewis Carroll
Quien nos iba a decir que una niña de cabellos rubios iba a ser la inspiradora de todo un clásico de la literatura infantil y juvenil y con ella el Conejo Blanco, el Gato de Chesire, la Reina Roja, Humpty Dumpty y tantos otros personajes entrañables. Una vez más, una mujer o una niña mueve los resortes más íntimos de la historia de la literatura.
VIDAS DE PELÍCULA: EL FUGITIVO, INDIANA JONES Y EL HOMBRE ELEFANTE
Al igual que los relatos, el cine posee la magia de resucitar y poner de actualidad a personajes que estaban en el olvido. A los viejos mitos de siempre tenemos que añadir los nuevos que están surgiendo gracias a la poderosa industria de Hollywood y cuyos nombres ya empiezan a resonar en nuestra memoria como personajes familiares que tienen su hueco en nuestro corazón, pero también en la historia.
Ya son muchos los que saben que la famosa serie de televisión y luego película El Fugitivo está basada en la historia de Sam Sheppard, el doctor injustamente acusado de asesinar a su esposa en julio de 1954. Pero en la realidad, Sheppard no fue ningún héroe ni protagonizó ninguna fuga épica, todo lo contrario, ya que permaneció diez años en la cárcel y tras ser absuelto, se dio a la bebida y acabó peleando en la lucha libre con el apodo de “Sheppard, el Asesino”. Esa es la magia de la televisión y el cine: convertir en gloriosa una vida trágica y mediocre. Es cierto que nunca cometió ese crimen, pero es falso que fuera un fugitivo de la ley. Cosas, casos y misterios de la vida real.
La estremecedora imagen real de Jonh Merrick,dio lugar a una excelente película de David Lynch
Cartel de Indiana y Jones y la última Cruzada, obra de aventuras de un personaje que Spielberg basó en la excéntrica figura de Vendyl Jones
Las películas han tenido y tienen una poderosa influencia sobre nuestros gustos y nuestra cultura. Con razón al cine se le ha llamado el séptimo arte, puesto que es capaz de trasmitirnos ilusiones, sentimientos y conocimientos, pero en el mismo saco pueden ir historias mal contadas y mensajes tendenciosos.
Otros argumentos basados en personajes reales han quedado menos distorsionados por la óptica del cine, como el caso de Indiana Jones, encarnado en la pantalla por el actor Harrison Ford. Pues bien, el doctor Jones tiene su émulo en la vida real. Algunos han creído ver como trasfondo de este personaje al coronel Percy H. Fawcett, un aventurero inglés que desapareció en 1925 en las selvas del Matto Grosso brasileño buscando la “ciudad perdida”, pero todo indica que Steven Spielberg se inspiró para realizar la primera película de su trilogía en alguien mucho más actual, el doctor Vendyl Jones.
Este arqueólogo ha buscado efectivamente el Arca de la Alianza en 1994, comunicando a la agencia Reuters que conocía la situación exacta del Arca gracias a unas fotografías de alta resolución de Israel tomadas desde el satélite de la NASA, creyendo ver la ubicación del Templo de Salomón, no el original sino una miniréplica, en Gilgal, la ciudad descrita en el Antiguo Testamento como el punto de partida para el ataque de Josué contra Jericó. Vendyl siempre ha creído que el Arca está en ese lugar a raíz de descifrarse una parte del "Rollo de Cobre" encontrado en 1952, que consiste en una lista de objetos del sanctasanctórum del templo. Para el doctor Jones, el Arca de la Alianza estaría en esa relación de artefactos y objetos y, por tanto, en esa ciudad concreta. Según el “Rollo de Cobre”, el Arca se descubrirá gracias a una luz azul que emite y a la que alude Spielberg en su película. Muy curioso.
Un tercer ejemplo de película famosa basada en la vida y hechos de un ser de carne y hueso es El hombre elefante, un film de David Lynch que recrea la vida de una persona con una deformación genética que respondía al nombre de John Merrick (1863-1890) y que fue exhibido en tiendas y circos de Londres desde el año 1884.
Relatos que nos estremecen y nos enternecen. Historias que sirvieron para inspirar grandes obras de aventuras o de terror. Vampiros terroríficos como Drácula, hombres con doble personalidad como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde y monstruos con un alto potencial eléctrico como Frankenstein ya son inolvidables personajes truculentos e hitos clásicos de la literatura fantástica. Nos falta conocer la trastienda de cada uno de ellos, su génesis y sus vicisitudes, al igual que ocurre con las novelas más emblemáticas del género de aventuras: Robinson Crusoe, Tarzán de los monos, Sherlock Holmes, El Mundo Perdido o La vuelta al mundo en 80 días, las cuales representan algo más que meras obras: son símbolos y arquetipos de distintas etapas de la adolescencia, sin olvidarnos del gran Cyrano de Bergerac cuya vida fue toda una odisea, casi legendaria.
Son hijos literarios, pero no tanto de la exclusiva imaginación de su autores sino también de la vida de los hombres a los que han tomado como modelo y referencia. Son seres amados y maltratados por la vida en busca de un escritor, de un artista de la pluma, que les permitiera salir del anonimato, que diera lustre y fama a sus respectivas vidas y... lo consiguieron.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Hola! Si estás interesado en conocer más detalles sobre Marie Duplessis, La Dama de las Camelias, te recomiendo que eches un ojo a mi blog:
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