El pasado domingo, Nepal Airlines restregaba la sangre de dos cabras recién sacrificadas por el morro aerodinámico de su Boeing 757. Con ello, los ingenieros de la compañía, incapaces de arreglar el sistema anticongelante de la nave, apaciguaban a Kal Bhairab, el dios nepalí de la destrucción. Horas después, en un tercer intento, el único Boeing operativo de la aerolínea conseguía surcar los cielos hasta Hong Kong, sin que tuviera que lamentarse destrucción alguna.
Seguir leyendo noticia
Funcionarios de Nepal Airlines se disponen a sacrificar la cabra para el Boeing 757 en el Aeropuerto Tribhuvan Internacional en Katmandú / AFP / Nepal Photo Agency
Acabar con la racha
Nepal Airlines no levantaba cabeza desde hacía meses, después de que varias averías la obligaran a suspender sus vuelos durante quince días en agosto. Al fin, el ingeniero jefe dio con la solución: debían sacrificar dos cabras para aplacar la ira de Kal Bhairab, el dios nepalí de la destrucción, y ahuyentar el infortunio.
El sacrificio ritual fue celebrado en un hangar de Katmandú, frente a la plana mayor de la compañía, dispuesta a confirmar que la fe es lo último que se pierde. Durante días, el equipo de ingenieros había intentado sin éxito reparar uno de los dos únicos aviones nepalíes apto para vuelos internacionales. En el primer vuelo fallido a Hong Kong viajaron 129 pasajeros, que el miedo redujo a 95 en el segundo intento, que se saldó igualmente con un apresurado regreso a Katmandú. La compañía nepalí de bandera estaba por los suelos -como su segundo Boeing, en un taller de Brunei desde el 1 de agosto- hasta que el jefe de ingenieros, PBS Kansakar, dio con la solución en sueños. La deidad hindú Kal Bhairab, a la postre emblema de la compañía, le soltó un rapapolvo por no haberle ofrecido ninguna inmolación y reclamó ser resarcida de inmediato. Dicho y hecho, al día siguiente, una cabra blanca y otra negra eran ritualmente degolladas con una jukura, la daga curvada tradicional de los gurjas nepalíes. La flotilla de Nepal Airlines, tanto internacional como interior, luce en su flanco una imagen protectora del dios Kal Bhairab, como si de un medallón "papá no corras" o de una estampita se tratara. Pero el rostro anaranjado y no precisamente tranquilizador del dios no ha traído demasiada suerte a Nepal Airlines, que tiene un largo historial de accidentes, atrasos y cancelaciones. Tanto es así, que la industria turística nepalí tuvo que padecer que durante los primeros diez días de agosto la compañía aérea nacional suspendiera todos sus vuelos internacionales. Sus dos viejos Boeing estaban fuera de combate. Huelga decir que el presupuesto de Nepal, que acaba de salir de diez años de guerra civil, no está para muchas alegrías. De hecho, Nepal Airlines fue hasta hace pocos meses Royal Nepal Airlines, lo que no significa que entonces su servicio fuera precisamente aristocrático. En el 2005 su presidente fue destituido por un desfalco mayúsculo. Ese mismo año, en diciembre, el impopular rey Gyanendra, que todavía le tomaba la medida a la corona, se tomó al pie de la letra el nombre de Royal Nepal Airlines y afanó uno de los dos aviones del Estado para viajar tres semanas por África. De la noche a la mañana, a causa del safari real, un 30% de los vuelos de la compañía fueron cancelados y un 20% sufrieron graves retrasos, con el consiguiente enojo de nacionales y extranjeros, y perjuicio para las arcas públicas. Por todo ello, cualquier agencia de viajes nepalí recomendará al viajero que tome cualquier otra compañía antes que la aerolínea nacional. Afortunadamente, en los últimos años han proliferado compañías privadas nepalíes con aparatos más modernos para los vuelos interiores, aunque sus nombres sigan teniendo el acento sobrenatural -Yeti Air, Buddha Air- que permite soñar con cabras degolladas y dioses rigurosos. Cabe añadir que los aeropuertos nepalíes están a la altura de sus aviones de bandera. Imposible comprar un periódico o un regalo. La seguridad es un coladero. Y la autodenominada sala vip de sus aeródromos nacionales parece el cuarto de la fregona. Eso sí, los vuelos a través de Nepal ofrecen vistas impagables del Everest, el Annapurna y otras cumbres legendarias de la cordillera del Himalaya. Si al iracundo Kal Bhairab le da la real gana.
Seguir leyendo noticia
Funcionarios de Nepal Airlines se disponen a sacrificar la cabra para el Boeing 757 en el Aeropuerto Tribhuvan Internacional en Katmandú / AFP / Nepal Photo Agency
Acabar con la racha
Nepal Airlines no levantaba cabeza desde hacía meses, después de que varias averías la obligaran a suspender sus vuelos durante quince días en agosto. Al fin, el ingeniero jefe dio con la solución: debían sacrificar dos cabras para aplacar la ira de Kal Bhairab, el dios nepalí de la destrucción, y ahuyentar el infortunio.
El sacrificio ritual fue celebrado en un hangar de Katmandú, frente a la plana mayor de la compañía, dispuesta a confirmar que la fe es lo último que se pierde. Durante días, el equipo de ingenieros había intentado sin éxito reparar uno de los dos únicos aviones nepalíes apto para vuelos internacionales. En el primer vuelo fallido a Hong Kong viajaron 129 pasajeros, que el miedo redujo a 95 en el segundo intento, que se saldó igualmente con un apresurado regreso a Katmandú. La compañía nepalí de bandera estaba por los suelos -como su segundo Boeing, en un taller de Brunei desde el 1 de agosto- hasta que el jefe de ingenieros, PBS Kansakar, dio con la solución en sueños. La deidad hindú Kal Bhairab, a la postre emblema de la compañía, le soltó un rapapolvo por no haberle ofrecido ninguna inmolación y reclamó ser resarcida de inmediato. Dicho y hecho, al día siguiente, una cabra blanca y otra negra eran ritualmente degolladas con una jukura, la daga curvada tradicional de los gurjas nepalíes. La flotilla de Nepal Airlines, tanto internacional como interior, luce en su flanco una imagen protectora del dios Kal Bhairab, como si de un medallón "papá no corras" o de una estampita se tratara. Pero el rostro anaranjado y no precisamente tranquilizador del dios no ha traído demasiada suerte a Nepal Airlines, que tiene un largo historial de accidentes, atrasos y cancelaciones. Tanto es así, que la industria turística nepalí tuvo que padecer que durante los primeros diez días de agosto la compañía aérea nacional suspendiera todos sus vuelos internacionales. Sus dos viejos Boeing estaban fuera de combate. Huelga decir que el presupuesto de Nepal, que acaba de salir de diez años de guerra civil, no está para muchas alegrías. De hecho, Nepal Airlines fue hasta hace pocos meses Royal Nepal Airlines, lo que no significa que entonces su servicio fuera precisamente aristocrático. En el 2005 su presidente fue destituido por un desfalco mayúsculo. Ese mismo año, en diciembre, el impopular rey Gyanendra, que todavía le tomaba la medida a la corona, se tomó al pie de la letra el nombre de Royal Nepal Airlines y afanó uno de los dos aviones del Estado para viajar tres semanas por África. De la noche a la mañana, a causa del safari real, un 30% de los vuelos de la compañía fueron cancelados y un 20% sufrieron graves retrasos, con el consiguiente enojo de nacionales y extranjeros, y perjuicio para las arcas públicas. Por todo ello, cualquier agencia de viajes nepalí recomendará al viajero que tome cualquier otra compañía antes que la aerolínea nacional. Afortunadamente, en los últimos años han proliferado compañías privadas nepalíes con aparatos más modernos para los vuelos interiores, aunque sus nombres sigan teniendo el acento sobrenatural -Yeti Air, Buddha Air- que permite soñar con cabras degolladas y dioses rigurosos. Cabe añadir que los aeropuertos nepalíes están a la altura de sus aviones de bandera. Imposible comprar un periódico o un regalo. La seguridad es un coladero. Y la autodenominada sala vip de sus aeródromos nacionales parece el cuarto de la fregona. Eso sí, los vuelos a través de Nepal ofrecen vistas impagables del Everest, el Annapurna y otras cumbres legendarias de la cordillera del Himalaya. Si al iracundo Kal Bhairab le da la real gana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario