Nunca se sabrá quién mató a Roberto Calvi, el banquero de Dios. Recicló dinero de la Mafia, financió las operaciones anticomunistas del Vaticano en Polonia y América Latina, se asoció con la logia masónica P2 y promocionó con grandes sumas el irresistible ascenso político del socialista Bettino Craxi. Sabía demasiado.
Trece días antes de ser ahorcado, Calvi envió una carta al Papa en la que prometía callar
Calvi y el arzobispo Marcinkus, el 'banquero del Vaticano', tuvieron una estrecha relación
Un amigo personal de Juan Pablo II compró los documentos que había tenido Calvi
El 5 de junio de 1982, Calvi envió una carta desesperada a Juan Pablo II en la que garantizaba al Papa que no revelaría nada de lo que había hecho "en interés de la Iglesia". También le ofrecía "importantes documentos". La carta no tuvo respuesta. El cadáver de Calvi apareció colgado del puente londinense de Blackfriars sobre el río Támesis dos semanas después, el 18 de junio de 1982.
La policía británica cerró el caso como suicidio, pero lo reabrió años más tarde y dictaminó que fue un asesinato. Un tribunal romano absolvió el pasado miércoles, por falta de pruebas concluyentes, a cuatro acusados de participar en el crimen. El caso no está cerrado, porque los fiscales, probablemente, apelarán. Hay, además, otro proceso en marcha, en el que figura, como presunto autor intelectual del asesinato, el fundador de la Logia P2, Licio Gelli. Pero han pasado ya 25 años, los principales protagonistas de la época han fallecido y todo aparece cada vez más oscuro. La muerte de Calvi está destinada a ser uno de los grandes misterios del siglo XX.
Roberto Calvi (Milán, 1920) ingresó a los 27 años en el Banco Ambrosiano, fundado en 1896 por el eclesiástico Giuseppe Tovini y controlado durante décadas por el Arzobispado de Milán. El Ambrosiano ya era una entidad privada, pero seguía siendo conocido como "el banco de los curas". Calvi desempeñó un papel relevante en la internacionalización del Ambrosiano con la constitución de filiales en paraísos fiscales como Bahamas, accedió a la dirección general en 1971 y lo convirtió en el mayor banco privado italiano.
Uno de los motivos de la rápida expansión del Ambrosiano fue la relación de Calvi con Michele Sindona (Messina, 1920), el banquero de la Mafia. Sindona tenía abiertas las puertas del Vaticano gracias a su condición de asesor oficioso del papa Pablo VI en cuestiones económicas (aún no eran públicas sus conexiones mafiosas) y trató de crear con Calvi algo parecido a un frente bancario católico, capaz de rivalizar con la banca público-laica. Calvi y Sindona se distanciaron poco después. Para entonces, Calvi contaba ya con un nuevo aliado: el arzobispo Paul Marcinkus (Chicago, 1922), director del Instituto de Obras de la Religión (IOR), el banco del Vaticano.
El IOR, fundado como Comisión para las Causas Pías por León XIII, en 1887, se había convertido en un banco importante y muy especial por dos circunstancias históricas. La primera ocurrió en 1929, cuando los Pactos Lateranenses garantizaron la soberanía pontificia sobre unas pocas hectáreas alrededor de la basílica de San Pedro, e indemnizaron a la Santa Sede por la pérdida de los antiguos Estados Papales. El dinero de la indemnización proporcionó una enorme liquidez al IOR, que empezó a invertir sin demasiados escrúpulos (financió, por ejemplo, la mayor parte de la munición empleada por las tropas de Mussolini en sus campañas africanas). La segunda circunstancia fue una ley italiana de 1962 que impuso a la Iglesia católica cargas fiscales sobre los rendimientos accionariales. El IOR reaccionó desplazando al extranjero la mayor parte de sus actividades.
Paul Marcinkus llegó a Roma en 1950 para estudiar Derecho Canónico. Hizo rápidamente amistades en la curia, muy especialmente la del arzobispo Montini, secretario de Estado, que le acogió en la sección inglesa de su departamento. Pocos años después de convertirse en Papa, Montini encomendó a Marcinkus la organización de sus viajes (en uno de ellos, en Manila, Marcinkus evitó con grandes reflejos que el pontífice fuera apuñalado por un demente), le nombró obispo en 1968 y en 1971 le asignó la dirección del IOR.
El obispo Marcinkus y el banquero Calvi establecieron una relación estrechísima. Calvi se acostumbró a asesorar a Marcinkus y a cubrir las pérdidas en que incurría regularmente: al director del IOR no le gustaba invertir, sino jugar en Bolsa. Ninguno de los dos hacía ascos al reciclaje de dinero mafioso a través de su red bancaria internacional. Les protegía Licio Gelli, un personaje singular e influyentísimo. Gelli era gran maestre de la Logia P2, una organización semiclandestina convertida casi en un Estado paralelo, cuyo objetivo final era la implantación de un régimen autoritario en Italia. La P2 gozaba de crédito ilimitado en el Ambrosiano. También recibía del banco millones a fondo perdido un dirigente socialista, Bettino Craxi, que se convirtió en los años ochenta en la figura hegemónica de la política italiana.
El brevísimo papado de Albino Luciani, Juan Pablo I, fue un mal momento para la pareja Calvi-Marcinkus. Luciani, como ex patriarca de Venecia, sabía cómo funcionaban las cosas en el banco vaticano. Quizá como Papa descubrió algunos detalles especialmente alarmantes. Su inesperada muerte, y el hecho de que no se le practicara la autopsia al cadáver, suscitó enormes especulaciones. Se habló de asesinato y Marcinkus fue de inmediato el principal de los sospechosos. Libros como En nombre de Dios, de David Yallop, y ficciones como la película El Padrino III abonaron la tesis de la conspiración homicida.
La llegada al papado de un polaco, Karol Wojtyla, cambió radicalmente la situación. Juan Pablo II estaba muy vinculado al Opus Dei, una organización religiosa en situación precaria (Pablo VI detestaba al Opus y no había querido concederle una posición autónoma en la jerarquía eclesial) pero económicamente potente. El Opus Dei, visto como una fuerza conservadora desde el punto de vista religioso, insistía en que los liberales como Marcinkus abandonaran el IOR; al margen de cuestiones religiosas, el mundillo económico vinculado al Opus sabía que el IOR iba al desastre y, según numerosos testimonios incluidos en el sumario del caso Calvi, se ofrecía a enderezar los balances.
Para Juan Pablo II, sin embargo, la máxima prioridad era la lucha contra el comunismo. El Vaticano empezó a enviar sumas ingentes al sindicato polaco Solidaridad y a organizaciones anticomunistas centroamericanas. Cuando el IOR no podía (por falta de recursos o para mantener un mínimo de discreción) ocuparse directamente de las transferencias, Calvi y el Banco Ambrosiano se hacían cargo de la tarea. El IOR llegó a acumular con el Banco Ambrosiano una deuda superior a los 1.200 millones de dólares, nunca reembolsados.
El agujero creado en el Ambrosiano por las necesidades de Marcinkus (y del propio Papa) empezó a descubrirse en 1981. Calvi sufrió una primera condena de cuatro meses en arresto domiciliario por delitos monetarios. El banquero, acosado, se convenció de que sólo un acuerdo con el Opus Dei podía salvarle. Pensaba que el Opus era capaz de movilizar el dinero suficiente para recapitalizar el IOR y devolver el dinero debido al Ambrosiano; a cambio, la Obra podría asumir un control directo sobre el IOR y las finanzas vaticanas. La idea figura en muchas de las cartas escritas por Calvi en esa época. No existen pruebas de que el Opus Dei participara en el proyecto de salvamento.
El 11 de junio de 1982, Roberto Calvi abandonó Italia desde Trieste, a bordo de un yate. La nave atracó en Isola (Yugoslavia) y el banquero tomó un avión privado hasta Klagenfurt (Austria). Llevaba un pasaporte falso a nombre de Gian Roberto Calvini que le había proporcionado Ernesto Diotallievi, uno de los jefes de la criminalidad común romana. Con Calvi viajaban Flavio Carboni, empresario de la construcción y ex socio de Silvio Berlusconi en Cerdeña, y Silvano Vittor, contrabandista italiano asentado en Yugoslavia. Calvi quería ir a Zúrich. Carboni y Vittor le convencieron de que tomara otro avión privado y se dirigiera a Londres. Los dos acompañantes le buscaron alojamiento en el Chelsea Cloister, un deteriorado edificio de apartamentos, más propio de estudiantes que de banqueros.
Calvi dedicó su última semana de vida a atesorar documentos comprometedores para numerosas personas e instituciones. Esperaba una respuesta a la carta que había enviado a Juan Pablo II, en la que le advertía contra "los enemigos internos" dirigidos, según él, por el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli. Confiaba aún en salvar el Banco Ambrosiano y su propia vida.
El 18 de junio, Carboni y Vittor le dejaron solo en el Chelsea Cloister. La última persona que vio a Roberto Calvi fue el pintor Cecil Gerard Coomber, residente en el edificio. Hacia las diez de la noche del día 17, el pintor se cruzó por el pasillo con el banquero, a quien acompañaban dos hombres que hablaban italiano.
A las 7.30 del día 18, un empleado del diario Daily Express descubrió un cuerpo que colgaba del puente de Blackfriars. La policía comprobó que se trataba de Roberto Calvi. Llevaba encima dos relojes Patek Philippe y 15.000 dólares en divisas. Cargaba con cinco kilos de piedras en los bolsillos de la chaqueta y en los pantalones. El primer informe forense dictaminó con rapidez que se trataba de un suicidio por ahorcamiento.
En 1988, sin embargo, los tribunales británicos e italianos establecieron que Roberto Calvi había muerto asesinado. Carboni, Vittor, Diotallievi y un dirigente mafioso, Pippo Caló, además de una novia de Carboni, fueron acusados de homicidio. Según la Fiscalía de Roma, los cuatro acusados tramaron un plan y crearon las condiciones para que dos ejecutores desconocidos, de acuerdo con la banda, cometieran el crimen. Siempre según la hipótesis de los fiscales, los dos desconocidos convencieron a Calvi de que les acompañara hasta un barco que, a través del Támesis, llevaría al banquero a alta mar y a América del Sur, donde estaría seguro. Todos los indicios apuntan a que Calvi fue, en efecto, embarcado en una nave. Debió de morir en ella, estrangulado. Luego fue colgado del puente. Como la marea estaba alta, el cuerpo se hundió en el agua hasta las axilas.
Los cinco acusados han sido absueltos esta semana.
El Opus Dei fue convertido en Prelatura personal meses después de la muerte de Calvi. Casi al mismo tiempo, un amigo personal de Juan Pablo II, el eclesiástico Pavel Hnilica, compró a Carboni los "documentos comprometedores" que guardaba Calvi antes de morir. No se supo más de ellos. Hnilica murió el año pasado.
En 1987, la policía italiana emitió un mandato de captura contra Paul Marcinkus, acusado de fraude y estafa: Marcinkus exhibió su pasaporte vaticano, que le hacía inmune a la justicia, y siguió al frente del IOR hasta 1989. Desde 1991 fue presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Se jubiló en 1997 y murió en Arizona el año pasado.
Bettino Craxi murió exiliado en Túnez en 2000. Licio Gelli, de 88 años, varias veces condenado por numerosos delitos, permanece en arresto domiciliario a la espera de juicio por el caso Calvi
Trece días antes de ser ahorcado, Calvi envió una carta al Papa en la que prometía callar
Calvi y el arzobispo Marcinkus, el 'banquero del Vaticano', tuvieron una estrecha relación
Un amigo personal de Juan Pablo II compró los documentos que había tenido Calvi
El 5 de junio de 1982, Calvi envió una carta desesperada a Juan Pablo II en la que garantizaba al Papa que no revelaría nada de lo que había hecho "en interés de la Iglesia". También le ofrecía "importantes documentos". La carta no tuvo respuesta. El cadáver de Calvi apareció colgado del puente londinense de Blackfriars sobre el río Támesis dos semanas después, el 18 de junio de 1982.
La policía británica cerró el caso como suicidio, pero lo reabrió años más tarde y dictaminó que fue un asesinato. Un tribunal romano absolvió el pasado miércoles, por falta de pruebas concluyentes, a cuatro acusados de participar en el crimen. El caso no está cerrado, porque los fiscales, probablemente, apelarán. Hay, además, otro proceso en marcha, en el que figura, como presunto autor intelectual del asesinato, el fundador de la Logia P2, Licio Gelli. Pero han pasado ya 25 años, los principales protagonistas de la época han fallecido y todo aparece cada vez más oscuro. La muerte de Calvi está destinada a ser uno de los grandes misterios del siglo XX.
Roberto Calvi (Milán, 1920) ingresó a los 27 años en el Banco Ambrosiano, fundado en 1896 por el eclesiástico Giuseppe Tovini y controlado durante décadas por el Arzobispado de Milán. El Ambrosiano ya era una entidad privada, pero seguía siendo conocido como "el banco de los curas". Calvi desempeñó un papel relevante en la internacionalización del Ambrosiano con la constitución de filiales en paraísos fiscales como Bahamas, accedió a la dirección general en 1971 y lo convirtió en el mayor banco privado italiano.
Uno de los motivos de la rápida expansión del Ambrosiano fue la relación de Calvi con Michele Sindona (Messina, 1920), el banquero de la Mafia. Sindona tenía abiertas las puertas del Vaticano gracias a su condición de asesor oficioso del papa Pablo VI en cuestiones económicas (aún no eran públicas sus conexiones mafiosas) y trató de crear con Calvi algo parecido a un frente bancario católico, capaz de rivalizar con la banca público-laica. Calvi y Sindona se distanciaron poco después. Para entonces, Calvi contaba ya con un nuevo aliado: el arzobispo Paul Marcinkus (Chicago, 1922), director del Instituto de Obras de la Religión (IOR), el banco del Vaticano.
El IOR, fundado como Comisión para las Causas Pías por León XIII, en 1887, se había convertido en un banco importante y muy especial por dos circunstancias históricas. La primera ocurrió en 1929, cuando los Pactos Lateranenses garantizaron la soberanía pontificia sobre unas pocas hectáreas alrededor de la basílica de San Pedro, e indemnizaron a la Santa Sede por la pérdida de los antiguos Estados Papales. El dinero de la indemnización proporcionó una enorme liquidez al IOR, que empezó a invertir sin demasiados escrúpulos (financió, por ejemplo, la mayor parte de la munición empleada por las tropas de Mussolini en sus campañas africanas). La segunda circunstancia fue una ley italiana de 1962 que impuso a la Iglesia católica cargas fiscales sobre los rendimientos accionariales. El IOR reaccionó desplazando al extranjero la mayor parte de sus actividades.
Paul Marcinkus llegó a Roma en 1950 para estudiar Derecho Canónico. Hizo rápidamente amistades en la curia, muy especialmente la del arzobispo Montini, secretario de Estado, que le acogió en la sección inglesa de su departamento. Pocos años después de convertirse en Papa, Montini encomendó a Marcinkus la organización de sus viajes (en uno de ellos, en Manila, Marcinkus evitó con grandes reflejos que el pontífice fuera apuñalado por un demente), le nombró obispo en 1968 y en 1971 le asignó la dirección del IOR.
El obispo Marcinkus y el banquero Calvi establecieron una relación estrechísima. Calvi se acostumbró a asesorar a Marcinkus y a cubrir las pérdidas en que incurría regularmente: al director del IOR no le gustaba invertir, sino jugar en Bolsa. Ninguno de los dos hacía ascos al reciclaje de dinero mafioso a través de su red bancaria internacional. Les protegía Licio Gelli, un personaje singular e influyentísimo. Gelli era gran maestre de la Logia P2, una organización semiclandestina convertida casi en un Estado paralelo, cuyo objetivo final era la implantación de un régimen autoritario en Italia. La P2 gozaba de crédito ilimitado en el Ambrosiano. También recibía del banco millones a fondo perdido un dirigente socialista, Bettino Craxi, que se convirtió en los años ochenta en la figura hegemónica de la política italiana.
El brevísimo papado de Albino Luciani, Juan Pablo I, fue un mal momento para la pareja Calvi-Marcinkus. Luciani, como ex patriarca de Venecia, sabía cómo funcionaban las cosas en el banco vaticano. Quizá como Papa descubrió algunos detalles especialmente alarmantes. Su inesperada muerte, y el hecho de que no se le practicara la autopsia al cadáver, suscitó enormes especulaciones. Se habló de asesinato y Marcinkus fue de inmediato el principal de los sospechosos. Libros como En nombre de Dios, de David Yallop, y ficciones como la película El Padrino III abonaron la tesis de la conspiración homicida.
La llegada al papado de un polaco, Karol Wojtyla, cambió radicalmente la situación. Juan Pablo II estaba muy vinculado al Opus Dei, una organización religiosa en situación precaria (Pablo VI detestaba al Opus y no había querido concederle una posición autónoma en la jerarquía eclesial) pero económicamente potente. El Opus Dei, visto como una fuerza conservadora desde el punto de vista religioso, insistía en que los liberales como Marcinkus abandonaran el IOR; al margen de cuestiones religiosas, el mundillo económico vinculado al Opus sabía que el IOR iba al desastre y, según numerosos testimonios incluidos en el sumario del caso Calvi, se ofrecía a enderezar los balances.
Para Juan Pablo II, sin embargo, la máxima prioridad era la lucha contra el comunismo. El Vaticano empezó a enviar sumas ingentes al sindicato polaco Solidaridad y a organizaciones anticomunistas centroamericanas. Cuando el IOR no podía (por falta de recursos o para mantener un mínimo de discreción) ocuparse directamente de las transferencias, Calvi y el Banco Ambrosiano se hacían cargo de la tarea. El IOR llegó a acumular con el Banco Ambrosiano una deuda superior a los 1.200 millones de dólares, nunca reembolsados.
El agujero creado en el Ambrosiano por las necesidades de Marcinkus (y del propio Papa) empezó a descubrirse en 1981. Calvi sufrió una primera condena de cuatro meses en arresto domiciliario por delitos monetarios. El banquero, acosado, se convenció de que sólo un acuerdo con el Opus Dei podía salvarle. Pensaba que el Opus era capaz de movilizar el dinero suficiente para recapitalizar el IOR y devolver el dinero debido al Ambrosiano; a cambio, la Obra podría asumir un control directo sobre el IOR y las finanzas vaticanas. La idea figura en muchas de las cartas escritas por Calvi en esa época. No existen pruebas de que el Opus Dei participara en el proyecto de salvamento.
El 11 de junio de 1982, Roberto Calvi abandonó Italia desde Trieste, a bordo de un yate. La nave atracó en Isola (Yugoslavia) y el banquero tomó un avión privado hasta Klagenfurt (Austria). Llevaba un pasaporte falso a nombre de Gian Roberto Calvini que le había proporcionado Ernesto Diotallievi, uno de los jefes de la criminalidad común romana. Con Calvi viajaban Flavio Carboni, empresario de la construcción y ex socio de Silvio Berlusconi en Cerdeña, y Silvano Vittor, contrabandista italiano asentado en Yugoslavia. Calvi quería ir a Zúrich. Carboni y Vittor le convencieron de que tomara otro avión privado y se dirigiera a Londres. Los dos acompañantes le buscaron alojamiento en el Chelsea Cloister, un deteriorado edificio de apartamentos, más propio de estudiantes que de banqueros.
Calvi dedicó su última semana de vida a atesorar documentos comprometedores para numerosas personas e instituciones. Esperaba una respuesta a la carta que había enviado a Juan Pablo II, en la que le advertía contra "los enemigos internos" dirigidos, según él, por el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli. Confiaba aún en salvar el Banco Ambrosiano y su propia vida.
El 18 de junio, Carboni y Vittor le dejaron solo en el Chelsea Cloister. La última persona que vio a Roberto Calvi fue el pintor Cecil Gerard Coomber, residente en el edificio. Hacia las diez de la noche del día 17, el pintor se cruzó por el pasillo con el banquero, a quien acompañaban dos hombres que hablaban italiano.
A las 7.30 del día 18, un empleado del diario Daily Express descubrió un cuerpo que colgaba del puente de Blackfriars. La policía comprobó que se trataba de Roberto Calvi. Llevaba encima dos relojes Patek Philippe y 15.000 dólares en divisas. Cargaba con cinco kilos de piedras en los bolsillos de la chaqueta y en los pantalones. El primer informe forense dictaminó con rapidez que se trataba de un suicidio por ahorcamiento.
En 1988, sin embargo, los tribunales británicos e italianos establecieron que Roberto Calvi había muerto asesinado. Carboni, Vittor, Diotallievi y un dirigente mafioso, Pippo Caló, además de una novia de Carboni, fueron acusados de homicidio. Según la Fiscalía de Roma, los cuatro acusados tramaron un plan y crearon las condiciones para que dos ejecutores desconocidos, de acuerdo con la banda, cometieran el crimen. Siempre según la hipótesis de los fiscales, los dos desconocidos convencieron a Calvi de que les acompañara hasta un barco que, a través del Támesis, llevaría al banquero a alta mar y a América del Sur, donde estaría seguro. Todos los indicios apuntan a que Calvi fue, en efecto, embarcado en una nave. Debió de morir en ella, estrangulado. Luego fue colgado del puente. Como la marea estaba alta, el cuerpo se hundió en el agua hasta las axilas.
Los cinco acusados han sido absueltos esta semana.
El Opus Dei fue convertido en Prelatura personal meses después de la muerte de Calvi. Casi al mismo tiempo, un amigo personal de Juan Pablo II, el eclesiástico Pavel Hnilica, compró a Carboni los "documentos comprometedores" que guardaba Calvi antes de morir. No se supo más de ellos. Hnilica murió el año pasado.
En 1987, la policía italiana emitió un mandato de captura contra Paul Marcinkus, acusado de fraude y estafa: Marcinkus exhibió su pasaporte vaticano, que le hacía inmune a la justicia, y siguió al frente del IOR hasta 1989. Desde 1991 fue presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Se jubiló en 1997 y murió en Arizona el año pasado.
Bettino Craxi murió exiliado en Túnez en 2000. Licio Gelli, de 88 años, varias veces condenado por numerosos delitos, permanece en arresto domiciliario a la espera de juicio por el caso Calvi
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