jueves, octubre 09, 2008

Nuevo dispositivo de metamateriales protegerá las costas de los tsunamis



Científicos europeos han desarrollado un dispositivo de metamaterial compuesto por una serie de pilares rígidos que protege las costas de las grandes olas guiando el agua a través de corredores concéntricos. Los pilares interactuarían con el agua, empujándola en diferentes direcciones a través de los corredores, e incrementando su velocidad a medida que el agua se acerca al centro de la estructura, como en un remolino. De esta forma, a gran escala, se podrían dirigir las olas hacia un lugar concreto, en lugar de sólo provocar que se rompan como hacen los medios tradicionales.


Científicos de la Universidad de Liverpool, en el Reino Unido, del CNRS francés y de la Universidad Aix-Marseille trabajan en un novedoso sistema que podría reducir el riesgo de que el mar penetre en las costas, en caso de tsunamis o de grandes olas. Se trata de un dispositivo realizado con metamateriales que, en un futuro, permitirá que las protecciones costeras se vuelvan “invisibles”, y que guiará de manera efectiva, según los investigadores, el agua hacia donde no pueda hacer daño. Un metamaterial es un material artificial que presenta propiedades electromagnéticas inusuales, que proceden de la estructura diseñada y no de su composición. Es decir, que sus propiedades son distintas a las de sus constituyentes. Con estructura periódica, los metamateriales pueden ser modelados en diversos aspectos. Protección invisible Según publica la Universidad de Liverpool en un comunicado, los metamateriales fueron inventados por el físico John Pendry del Imperial College de Londres. Fue en esta institución donde los científicos se dieron cuenta de que estos materiales pueden flexionar la radiación electromagnética –la luz, las microondas o las ondas del radar- alrededor de un espacio esférico, haciendo que los objetos de su interior parezcan invisibles. La estructura planteada por los investigadores europeos pretende aprovechar estas capacidades para aplicarla a las costas. Pero aún se encuentra en periodo de pruebas. En ellas, según explican los científicos en la revista especializada Physical Review Letters , lo que se ha conseguido es que una estructura cilíndrica realizada con metamaterial flexione la superficie de olas (líquidas), que fueron provocadas por una fuente acústica cercana y en un intervalo finito de frecuencias. El dispositivo de metamaterial, realizado a pequeña escala, estaba compuesto por una serie de pilares rígidos que, a mayor escala, ayudarían a guiar el agua a través de corredores concéntricos. Los pilares interactuarían con el agua, empujándola en diferentes direcciones a través de los corredores, e incrementando su velocidad a medida que el agua se acerca al centro de la estructura, como en un remolino. En este proceso las olas no llegarían a romperse, y saldrían de la estructura como si nunca hubieran sido perturbadas.

Defensa de las costas

Uno de los autores del estudio, Sebastián Guenneau , del departamento de ciencias matemáticas de la Universidad de Liverpool, explica que defender las costas contra los ataques del mar constituye un gran desafío para científicos e ingenieros de todo el mundo. Los sistemas de defensa contra el mar deben resistir grandes fuerzas, y siempre existe el peligro de que sean desbordados por el agua o que ésta penetre en sus estructuras. Si esto sucede, los daños pueden ser inmensos. Según Guenneau, lo realmente único en esta nueva estructura es que, a diferencia de los sistemas tradicionales de protección contra el mar, interactúa con el agua, guiándola hacia un destino particular, más que rompiéndola y enviándola a cualquier sitio. Este sistema de defensa sería “invisible” para las olas, y el agua no lo reconocería como obstáculo. De esta manera, es más fácil dominar las olas y manipular su dirección. En futuras pruebas, los científicos investigarán cómo reproducir este mismo efecto en una situación real, de manera que la estructura sirva para prevenir desastres naturales como los tsunamis, y para defender construcciones que suelen verse afectadas, como las instalaciones petrolíferas. El estudio ha sido dirigido por el matemático Alexander Movchan de la Universidad de Liverpool y el físico Stefan Enoch del Fresnel Institute (que pertenece al CNRS).

Gestión costera

El cuidado de las costas contra la erosión y los efectos del mar se remonta a hace miles de años, cuando ya se construían dársenas, rompeolas y otras obras portuarias manualmente. En el siglo XXI, sin embargo, la protección contra los ascensos del nivel del mar cobra cada vez más importancia, dado que estos ascensos se están acelerando por el cambio climático. En lo que se refiere a los tsunamis, algunos países han construido rompeolas, diques y otras estructuras para tratar de debilitar la fuerza de los tsunamis y para reducir su altura. En Japón, por ejemplo, los ingenieros han levantado enormes terraplenes para proteger los puertos, y rompeolas para angostar las bocas de las bahías, en un esfuerzo por desviar o reducir la energía de las olas. El uso de cualquier tecnología parece de cualquier forma poco, frente a la fuerza del mar y considerando los efectos catastróficos que suelen ocasionar los tsunamis.

Diseñan un ataúd ecológico


Fabricado con cartón de desecho en lugar de con madera. Así es la nueva tumba ecológica que busca evitar la tala de árboles.

Mauricio Kalinov, un argentino con acento madrileño, ha inventado la 'Restbox' un ataúd para descansar en armonía con el medio ambiente, pues se fabrica a partir de cartón que Kalinov compra a recolectores informales de desechos, conocidos en Argentina como "cartoneros".
Aunque se creó en 1992, no fue hasta que Kalinov lo mostró en una exposición para el sector de servicios fúnebres que se realizó recientemente en Buenos Aires.
Teniendo en cuenta que cuesta 100 dólares menos que un ataúd convencional, la 'Restbox' espera encontrar su hueco como portador de cuerpos hacia el otro mundo. Pero mientras tanto, tiene como principal nicho de venta a organismos internacionales y gobiernos sacudidos por catástrofes, como atentados o terremotos, con el Golfo de México como primer destino de exportación. De hecho, se han donado unos cuantos a la Cruz Roja para dar sepultura a fallecidos en el atentado del 11-S en Nueva York y del tsunami en el sureste de Asia en 2004.
"Se entregan en plano para poder tener almacenados unos 10.000 o 20.000 de ellos y ser montados en el destino de una catástrofe, porque es mucho más barato llevar el ataúd al muerto que el muerto al ataúd", explicó Kalinov.
También permite el descanso eterno de tu mascota
El ataúd ecológico está totalmente hecho con cartón reciclado, es resistente al agua, pesa doce kilos pero es capaz de soportar un cuerpo de hasta 225 kilos, y externamente tiene el aspecto de un cajón convencional, con acabado que puede simular roble o caoba, y hasta hay un modelo para mascotas.
De todos modos, no es el único ataúd medioambiental en el mercado. Actualmente, los ecologistas también pueden optar por descansar en el 'Ecopod' o en la 'Peacebox', aunque estos son más caros y están hechos de cartón procedente de fábricas papeleras, con lo que no son cien por cien reciclados.

Y el Premio "Ig Nobel" es para...


Un investigador que descubrió que la Coca Cola destruye los espermatozoides y los científicos que descubrieron que la gente comerá feliz patatas fritas rancias si crujen fuerte han ganado los premios alternativos Ig Nobel.

E ntre otros ganadores se encuentran los físicos que descubrieron que cualquier cosa que pueda enredarse se enredará, y un equipo de biólogos que averiguó que las pulgas de los perros pueden saltar más lejos que las pulgas de los gatos. Los Ig Nobel honran la investigación real, pero buscan ser una alternativa divertida a los extremadamente serios premios Nobel que se entregarán en las categorías de Medicina, Química, Física, Economía, Literatura y Paz.
Entregados por los editores de Annals of Improbable Research, una revista de humor científico, los premios están basados en investigaciones publicadas, algunas con intención humorística, aunque otras no. Usualmente los investigadores "honrados" celebran la broma.
Deborah Anderson, del Boston University Medical Center, y sus compañeros recibieron el premio de Química por un estudio de 1985 publicado en el 'New England Journal of Medicine' que descubrió que la Coca-Cola mata los espermatozoides.
La comisión Ig Nobel entregó un "premio nutricional" a Massimiliano Zampini de la Universidad de Trento, Italia, y a Charles Spence de la Universidad de Oxford en gran Bretaña, quienes engañaron a un grupo de personas haciéndoles creer que estaban comiendo patatas fritas frescas al reproducir un sonido crujiente cuando las mordían.
El premio en la categoría de Biología fue al equipo francés que descubrió que las pulgas de los perros pueden saltar más lejos que las pulgas de los gatos, mientras que el premio de Medicina fue a un equipo de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, que demostró que los placebos caros funcionan mejor que la falsa medicina barata.
Un equipo de la Universidad de Sao Paulo en Brasil ganó un premio especial de Arqueología por demostrar como un armadillo puede arruinar una excavación arqueológica. Entre los ganadores de años anteriores figuran el inventor de los flamencos de plástico rosado, un investigador que filmó a un pato ánade azul sodomizando a un macho muerto y un médico que curaba el hipo aplicando masajes anales digitales.

El gen de la monogamia podría actuar también en humanos


Una investigación realizada en humanos ha desvelado la existencia de ciertas variantes genéticas en la conformación del gen AVPR1A que se traducirían en una mayor o menor disposición y aptitud hacia la vida en pareja. Eso significa que la actividad de ese gen influiría en la calidad de la vida conyugal y muy probablemente interferiría en la orientación de nuestro mundo afectivo.

Dado el crucial papel que el gen ASVPR1A, encargado de codificar alguno de los receptores del AVP (el neuropéptido arginina- vasopresina) parece desempeñar en la disposición hacia la monogamia de especies como la de los ratoncillos de la pradera, un grupo de investigadores del Instituto Karolinska de Suecia se propuso estudiar los efectos de su actividad entre nosotros.
Para ello escogieron 552 pares de gemelos que llevaban más de cinco años conviviendo con sus parejas y estudiaron la calidad de su relación marital y su posible conexión con las distintas variantes personales que ese gen presentaba.
El resultado de su trabajo ha puesto en evidencia una evidente, aunque modesta correlación, entre algunas variantes genéticas halladas en la región 5´ de ese gen y ciertas diferencias en la aptitud para la vida en pareja de los hombres (una relación no confirmada en las mujeres).
Así, los portadores del alelo 334 (presente en el 40 % de los sujetos estudiados) eran más remisos al matrimonio, más dados a romperlo, más propensos a la infidelidad y sus relaciones solían conllevar un menor grado de satisfacción de sus parejas.
Este resultado se hizo aún más evidente cuando llevaban dos copias de ese alelo (algo que solo ocurría en el 3,45 % de los casos) pues entonces llegaban a doblar el porcentaje de los que cohabitaban sin casarse o de los que habían presentado problemas matrimoniales durante el último año.
¿Gen de la infidelidad...?
Ciertos medios de comunicación han fijado su atención en el comportamiento inducido por la presencia del alelo 334, hasta el punto de bautizarlo como el gen de la infidelidad.
Sin embargo no podemos olvidar que la sexualidad se presenta en toda la escala animal con una orientación universalmente promiscua. Hasta el punto de que se puede asegurar que las especies monógamas lo son porque han añadido a su patrimonio genético algún gen (o grupo de genes) que les constriñe a ello.
Por eso la disparidad reflejada en este trabajo no traduciría la existencia de un gen que empuje hacia la infidelidad (algo que no haría falta, puesto que la sexualidad por si sola, sin la asistencia de alguno de esos genes mencionados en el párrafo anterior, siempre es infiel), sino por el contrario la de un gen que propiciaría la vida en pareja y al que la presencia de ese alelo 334 volvería menos activo.
Algo que reconocen sus propios autores cuando escriben: "estos resultados sugieren una asociación entre un simple gen y el comportamiento de pareja en humanos e indicaría que la bien caracterizada influencia del AVP en los lazos de pareja de los ratones de campo podría tener también relevancia en humanos".
Un segundo hallazgo sería que hay variantes en la secuencia de ese gen, que aminoran (o tal vez borran por completo) la que podríamos considerar como su actividad normal, lo que se traduciría en que sus portadores no presentarían ese impulso hacia la vida en pareja o, cuando menos, no con la misma fuerza que los demás.
Según este trabajo los efectos de la presencia de esas variantes, sobre todo cuando sólo afectan a una de las copias, son modestísimos y no permitirían predecir con seguridad futuros comportamientos.
Algo que en realidad era de esperar. Los dictados biológicos en nuestra especie nunca van a resultar tan determinantes como en las otras, pues la presencia de nuestro cerebro nos permite una gran libertad respecto a los que puedan ser nuestros impulsos innatos; y por si fuera poco la cultura y el marco sociológico en que nos movemos también dejan su impronta.
... más bien gen del amor
Así pues, según esta investigación podríamos estar dotados de un gen que nos predispondría hacia la vida en pareja (aunque los datos obtenidos sean poco concluyentes, lo que nos obliga a esperar el resultado de otros estudios similares). De ahí que se le haya llamado gen de la monogamia, de la pareja o de la fidelidad.
Sin embargo todo parece sugerir que la acción de ese gen no se limitaría a dar una mayor estabilidad a la pareja ya formada sino que, de alguna forma, facilitaría su constitución. Es decir llevaría a cabo en nosotros una misión similar (aunque de efectos mucho menos notorios) a la que ejercería en los ratoncillos de pradera.
Para cumplir esa función, ese gen tiene que tener la virtud de poder impulsar y mantener, cuando menos por un cierto tiempo, una atracción hacia una persona determinada. Un apego que nacería en el mundo instintivo, pero que afloraría a la conciencia como un sentimiento especial. Una inclinación, un afecto o un cariño que no serían más que algunas de las acepciones que incluimos en la palabra amor. De ahí que tampoco sería tan disparatado denominarlo "el gen del amor".
Visión precursora
Y esa fue nuestra elección cuando hace doce años nos enfrentamos a estos problemas (L. S. Lario, M. Lario y S. Lario, El gen del amor, Barcelona, Ediciones del Bronce, 1996). Porque, lo verdaderamente revolucionario de todo esto, sería la posible presencia en nosotros de un gen capaz de interferir, y en muchos casos guiar, nuestro mundo afectivo.
Un hecho hasta ahora insospechado que abriría ante nosotros horizontes nunca contemplados. Un desafío al que, dada la importancia que los avatares del mundo sentimental suelen tener para nuestra felicidad, tendremos que dedicar desde ahora más atención.
No puedo terminar sin tan siquiera hacer mención de que aquel libro ya se decantaba por las dos propuestas que este trabajo parece confirmar: la de que, en nuestra preferencia por la vida en pareja, pudiese estar implicado un gen; y la de que la disparidad con que afrontamos este tema pudiese reflejar diferencias genéticas (véanse sus capítulos "El gen del amor" y "Posibles desigualdades en el patrimonio genético").

Hacia una posible telepatía artificial


Un equipo de científicos de la Universidad de California en Irvine ha recibido una subvención de 4 millones de dólares del Ejército Estadounidense para estudiar los fundamentos neurocientíficos de la telepatía artificial. Si la investigación logra avances significativos, permitiría desarrollar un sistema de comunicación que beneficiaría a los soldados en el campo de batalla, y también a personas aquejadas por parálisis derivadas de derrames cerebrales y de algunas otras dolencias o lesiones, según el catedrático Michael D'Zmura